Comencemos por su genealogía y acompañémoslo en su guerra de ascenso a señor del Olimpo siguiendo las fuentes clásicas (Hesíodo, Apolodoro, Ovidio).
GEA Y URANO
Caos existió antes que todos y enseguida Gea, la de amplio pecho, sede siempre segura de todos los inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo.[...] Gea engendró, en primer lugar al estrellado Urano, igual a si misma, para que la cubriera por todas partes y fuera sede siempre segura de los dioses felices
De Gea y Urano -la tierra y el cielo- nació la primera generación divina de gigantes, entre ellos los tres Cíclopes de un solo ojo y forjadores de tormentas, y los tres Hecatónquiros, de cien brazos y cincuenta cabezas, maestros del trueno y el rayo. A medida que estos hijos nacían, Urano, horrorizado ante su descendencia y temeroso de su poder, los encerraba en las entrañas de la madre (el Tártaro) sin permitirles ver la luz.
La dolorida Gea pide venganza a sus otros hijos, los seis titanes y las seis titánides. Tan solo uno de los titanes, Cronos, acepta el reto de rebelarse y le promete ayuda. Cuando Urano descendió para yacer sobre Gea, mientras cuatro titanes colocados en las cuatro esquinas de la tierras mantenían el cielo en lo alto, narra Hesíodo
Gea colocó a su hijo en oculta emboscada. Puso sus manos una hoz de afilados dientes […] Llegó el poderoso Urano, trayendo con el la noche, […] El hijo, desde el escondite, le alcanzó con la mano izquierda, con la mano derecha cogió la enorme hoz enorme, larga , de afilados dientes, y en un instante cortó los genitales de su padre, luego los arrojó tras de si para que se dispersaran
CRONOS Y REA
Cronos, ahora el dios supremo, se une con su hermana la titánide Rea para engendrar la segunda generación de dioses. Pero el poderoso Cronos,
[...] se los tragaba tan pronto como desde el sagrado vientre de su madre, llegaban a sus rodillas… pues sabía por Gea y el estrellado Urano que, por fuerte que fuera, le estaba destinado sucumbir a manos de su propio hijo
Un truculento tema que la pintura no dejó de recrear incidiendo en la idea de devorar a los propios hijos y no tanto de tragarlos enteros, como si hace Cortona.
Daniel Crespi, 1619 | Pietro da Cortona, c,1635 | Giambattista Tiepolo, 1745 |
Sin duda las visiones más aterradoras son las de Rubens (1637) y Goya (c.1820), y no solo por la manifiesta violencia sino también por la locura patente en el rostro de Cronos y, en el caso de Rubens, el gemido profundo que sale del hijo.
La desesperada madre, Rea, urdió un plan para salvar a su siguiente hijo. Cuando estaba próxima a dar a luz se ocultó en la isla de Creta y allí nació Zeus. Leemos en Hesíodo
Se lo entregó a los Curetes y a las ninfas Adrastea e Ida para que lo criasen. Por tanto, ellas alimentaban al niño con leche de la cabra Amaltea, mientras los Curetes armados custodiaban a la criatura en la cueva y entrechocaban los escudos con las lanzas para que Cronos no oyera al niño. Y Rea, envuelta una piedra en pañales, se la daba a Cronos para que se la tragara como si fuera el niño recién nacido
Cuando el niño se hizo adulto decidió vengarse de su padre y destronarlo. Con ayuda de la titánida Metis dio a Cronos un bebedizo que le obligó a vomitar primero la piedra y luego a los hijos que había devorado, entre ellos Poseidón, Deméter, Hades y Hera. Al mismo tiempo libera a los Hecatónquiros y a los Cíclopes del Tártaro desatando sus ligaduras.
Entonces los Cíclopes dieron a Zeus el trueno, el relámpago y el rayo; a Plutón, el yelmo (que hacía invisible a su portador) y a Poseidón, el tridente ….
El paso siguiente fue declarar la guerra a Cronos y los demás titanes, una guerra denominada Titanomaquia, que se prolongó diez años.
Terriblemente resonó el inmenso ponto y la tierra retumbó con gran estruendo; el vasto cielo gimió estremecido y desde su raíz vibró el elevado Olimpo por el ímpetu de los Inmortales. La violenta sacudida de las pisadas llegó hasta el tenebroso Tártaro, así como el sordo ruido de la indescriptible refriega y de los violentos golpes.
Tras la victoria de los olímpicos, algunos titanes recibieron un castigo. Es el caso de Atlas condenado a sostener sobre sus hombros el peso del cielo (Urano). De su nombre deriva el término atlante.
Pero la mayoría de los titanes fueron encerrados en el Tártaro cuyas puertas eran custodiadas por los Hecatónquiros.
Pero la mayoría de los titanes fueron encerrados en el Tártaro cuyas puertas eran custodiadas por los Hecatónquiros.
Ante estas dos obras conviene hacer dos incisos. Uno referente a la semejanza de la expulsión de Lucifer y los ángeles rebeldes (Luca Giordano, Rubens). Otro sobre las mariposas estratégicamente situadas en la obra de van Haarlem pero que además conlleva una metáfora: las mariposas o las alas de mariposa simbolizaban lo inferior y lo terrenal frente a las alas de pluma que se asocian con lo elevado y lo celestial. El origen de esta asociación puede estar en el mito de Psique, una mortal que por el amor de Eros alcanzó la inmortalidad, por ello se la representa con alas de mariposa (ver).
Volvamos a la historia mitológica. La Titanomaquia no supuso un triunfo definitivo, aún tendría lugar la Gigantomaquia. Gea, molesta porque Zeus había derrotado a sus hijos los Titanes, envió contra los olímpicos a los Gigantes -procreados por ella con Urano- y al terrible monstruo Tifón, de quien Apolodoro señala que su tamaño era tal que alcanzaba las estrellas
Tenía unos muslos enormes, y forma humana, tales que sobrepasaban todas las montañas, y la cabeza muchas veces topaba con las estrellas; tenía unas manos que, extendidas, una alcanzaba el occidente y otra el oriente …. Tal y tan enorme era Tifón que arrojando rocas ardientes, se dirigía contra el mismo cielo con gritos y resoplidos y arrojaba además un fuerte huracán de fuego por la boca
Finalmente los Gigantes, de quienes escribe Apolodoro que eran "seres insuperables por la magnitud de sus cuerpos e invencibles por su potencia física" y Tifón fueron vencidos, siendo los más activos adversarios Zeus y Atenea, además de Heracles que desde la distancia los remataba con sus flechas.
Zeus le echó encima (a Tifón) el monte Etna, que es enorme, y desde entonces dicen que brotan bocanadas de fuego por los rayos arrojados
La Gigantomaquia se convirtió en el tema épico por excelencia y asunto predilecto de las artes plásticas desde la Antigüedad, añadiéndose un sentido propagandístico y político: la supremacía de Atenas o de Delfos, el triunfo de la inteligencia sobre la fuerza bruta, la victoria del orden sobre el caos o la ejemplificación de los que sucede a quienes se enfrentan al poderoso.
Está claro en la medalla, obra de Leone Leoni en 1549, conmemorativa la victoria de Mühlberg. En el anverso, el busto del monarca, y en el reverso, Júpiter venciendo con sus rayos a los Gigantes que intentan escalar el Olimpo y una inscripción tomada de la Eneida de Virgilio que sirve de clara advertencia
En la Grecia Arcaica encontramos ya el tema tanto en la cerámica como en frontones o metopas. Casi siempre los Gigantes se representan como hoplitas y la lucha está individualizada. Habrá que esperar los últimos años del siglo V a.C. para encontrar las primeras plasmaciones de la batalla grupal.
Las metopas del lado oriental del Partenón representaban la Gigantomaquia pero están tan deterioradas que apenas se pueden sacar conclusiones. Hay que llegar al mundo helenístico para encontrar el ejemplo más grandiosa de la lucha entre dioses y gigantes, el altar de Pérgamo (s.II d.C.) destinado a ensalzar las victoriosas gestas de los monarcas atálidas.
Los grandes paneles del friso continuo que recorre el podio -2,30 de alto- acogen en alto relieve la dura contienda. Dioses y Gigantes muestran claras diferencias iconográficas, los primeros responden a modelos clásicos de una belleza sobrehumana mientras los segundos se adecúan a las formas barroquizantes helenísticas en un repertorio de intenso pathos.
Para los Gigantes incorpora un tipo iconográfico nacido a principios del siglo IV a.C. en la Magna Grecia: seres de extremidades inferiores serpentiformes, anguípedos como el vencido Tifón. Jóvenes o viejos presentan siempre las poderosas musculaturas de sus cuerpos desnudos, abundantes cabelleras en desordenados mechones, pueden ser alados, tener garras de león, cuernos de toro u otros rasgos que evocan su origen primigenio. Son figuras dolientes que luchan valientemente sin armas hasta la muerte
Los Olímpicos, encabezados por Zeus y Atenea, visten túnicas de marcados pliegues que cumplen una doble función: subrayar el movimiento y marcar las anatomías siguiendo la técnica de paños mojados
Mientras unos ya se encuentran en plena batalla empleando lanzas, flechas, antorchas o perros como los que acompañan a Artemisa y Asteria, otros llegan sobre sus monturas o conduciendo carros
La variedad de posturas e indumentarias, el dinamismo y la complejidad de la composición, la diversidad expresiva y el fuerte claroscuro generado por el alto relieve, junto con la calidad técnica hacen de esta obra una de las cumbres de la escultura helenística
De Afrodisias procede otra Gigantomaquía que aún siguiendo la misma iconografía, nada queda en ella de la tensión y el dramatismo del conjunto de Pérgamo.
Roma adoptó la iconografía y la simbología para aplicarla en monumentos conmemorativas de sus victorias. Ya desde el siglo II en la Germania Superior se erigieron las denominadas Columnas de Júpiter como elemento de propaganda del poder imperial, remataban en lo alto con un Júpiter, asimilado al emperador, a caballo derribando a un gigante de extremidades serpentiformes.
Después del paréntesis medieval, el Renacimiento retomó el tema centrándose en la caída de los gigantes, siguiendo las Metamorfosis de Ovidio. Una de las muestras más emblemáticas es la realizada entre 1532 y 1535 por el manierista Giulio Romano en el Palazzo Te en Mantua, un encargo de Federico II Gonzaga. En la Sala de los Gigantes, una sala decorada al fresco en todos sus muros y en la bóveda -un grandioso trompe l'oeil- narra de forma continua el castigo de Júpiter (ahora, en lugar de Zeus) a los gigantes que osaron levantarse rebelarse. Ahora ya no hay una batalla, tan solo el poder del dios, que desencadena un gran cataclismo, es suficiente para desde el Olimpo vencer a los rebeldes.
Aún el siglo XVII vuelve a mostrar el castigo divino, lo encontramos en Versalles en la fuente de Encélado, un o de los gigantes derrotados. Obra de Gaspard Marsy sirve de lectura política para mostrar el poder de Luis XIV. Aplastado por las piedras, el gigante lanza un grito de dolor mientras aún mantiene una piedra en su mano derecha. Todo el tremendismo barroco al servicio del poder.
ZEUS Y HERA
Derrotados lo gigantes, los vencedores se repartieron el poder
En tres lotes fue dividido todo, y a cada uno le tocó su parte de honor. Yo (Poseidón) obtuve tras el sorteo, el habitar para siempre el canoso mar; Hades obtuvo la oscura región de las brumas y a Zeus le tocó el ancho cielo, en el éter y las nubes. Más la tierra y el Olimpo es justamente bien común de todos los tres
Desde entonces, Zeus es el supremo dios
… el mejor y más grandes de los dioses, largovidente, poderoso y perfecto. Su arma es el rayo y su armadura la égida, la piel de la cabra Amaltea
Para relajar tanta violencia, un pequeño fragmento de la ópera de Sebastián Durón La guerra de los gigantes (c. 1701) en la que se mantiene en la tradición musical española aun incorporando algunos elementos italiana
Corresponde a la escena primera en la que Palante expone a los demás gigantes su plan de tomar el Olimpo y ellos preguntan las causas que le llevan a esa decisión